martes, 11 de marzo de 2008

Palomas

Aquella mañana se levantó bruscamente de la cama, empapado en sudor. Había tenido un sueño muy extraño, una premonición: había comprendido que su misión en este mundo.

Tan sólo eran las 6:30 de la mañana y estaba amaneciendo. Se vistió con tranquilidad y preparó un café solo muy cargado y sin azúcar, su favorito. Se lo tomó a sorbos cortos, difrutando de su aroma, mientras escuchaba las noticias por la radio. La misma mierda de siempre. Seguro que el mundo sería un poquito mejor si no existiesen esas sucias ratas con alas.

Salió de su apartamento y el brillo del sol le obligó a entrecerrar un poco los ojos. Le invadía una sensación mezcla de inquietud y excitación. Hacía buen tiempo. Era el día perfecto. Caminó muy despacio, en dirección a los coches aparcados en el parque de enfrente. No sabía por qué, pero estaba convencido de que allí encontraría lo que buscaba.

Efectivamente. Entre un Golf negro lleno de polvo y un todoterreno anticuado pudo ver tres palomas picoteando los restos de una bolsa triskis que algún cerdo había tirado al suelo la noche anterior. -El que lo hizo también merece morir. Como las palomas -pensó para sus adentros.

Se acercó por detrás, lentamente. Ahora podía verlas mejor. Eran de un color gris ceniza, con toques de verde y rojizo. Contempló la fealdad de los animales que tenía delante, y se preguntó porque la gente tiene una imagen tan buena de ellas: color blanco, puras, saliendo de la chistera de algún estúpido mago entre los aplausos del público y poniendo el broche final al truco. Perp la realidad era bien distinta, y él lo sabía. Recordó cuando era joven y corría detrás de las palomas por el parque del retiro. Cuando se acercaba mucho salían a volar, así que a veces intentaba tirarle las llaves de casa, pero nunca atinaba. Sonrió. Esta vez no caería en el mismo error.

Se agachó y fue andando en cuclillas, sin hacer ruido, hasta tener a los animales a unos pocos centímetros. La que más asco le daba era la de la cabeza verde. Seguía comiendo, confiada. Sin duda su cerebro era más pequeño que un cachuete. Entonces, con un rápido movimiento, sujetó al pájaro con la mano izquierda y con la derecha le arrancó la cabeza. Después de eso se sintió mucho mejor.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Ratas voladoras". Nunca he podido con ellas. Sí con alguno de sus significados..